En noches como esta despiertan mis sentidos. Recuerdo, o quizás solo
imagino, tiempos mejores y sueños perdidos. Veo tus manos, veo tus ojos, con
suerte tu silueta atisbo. ¿Eres fuerte o delgaducho? ¿Eres niña o eres niño? ¿O
quizá sea tu alma la más vieja que haya visto? No distingo tu rostro de entre
los tantos que percibo.
Aun así, y tras tanta niebla, te diviso cristalino. Aunque lejos te halles,
en el borde del olvido, donde residen los restos de recuerdos que se mezclan
con los gritos, tu mirada me persigue, y aún oigo tus latidos. La distancia
pierde fuerza, porque te llevo conmigo. Y te canto por las noches, y por el día, te silbo. Te oigo entre las hojas, y en el canto de los grillos. Estás cerca,
estás siempre, hasta dormida te sigo. Cada lucha, cada ataque, gracias a ti es
que resisto. Llevo la carga sobre mis hombros de cuidar tus dominios. Son tus
manos, son tus ojos, los que guían mi camino. Y aun en la desesperanza, perdida
en el más hondo abismo, es tu alma, es tu fuerza, la que escribe mi destino. Es
en noches como esta que despiertan mis sentidos, y recuerdo entre bostezos, la
pureza de tu abrigo. Te prometo, dulce ángel, que protegeré tu brillo. Aunque
olvide, aunque sueñe, tu verdad siempre respiro. Son tus manos, son tus ojos,
aquellos por los que vivo.
May Parodi
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