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05 febrero, 2015

Porque me apetece, leñes

Me fastidia bastante como últimamente hay que tener una razón para todo. ¿Por qué haces esto? Para promocionarme laboralmente. ¿Y esto otro? Para aprobar la carrera. ¿Y aquello? Porque me lo pide mi jefe. Pues mira, no. Estoy un poco hasta las narices (no quiero emplear vocabulario indecoroso ya desde el principio...) de que todo tenga que tener detrás un porqué aburrido, soso y sin color.
Yo hago esto porque me apetece y punto. Quiero escribir, quiero rellenar cuadritos, subir fotos, y poner todo eso en un blog, porque, oye, acabo de aprender a hacerlo, y hay que desahogarse.
(Re)Aprendí hace poco que hay que seguir al instinto y a sus enseñanzas más que a cualquier otra cosa. Que la voz interior siempre tiene razón, pues viene de la Diosa, y siempre nos guía hacia donde debemos estar.
Las acciones "para aprobar", "para promocionarme", "para el trabajo" le secan a uno el alma lentamente. No digo que no deban hacerse, pero cuando se convierten en predominantes hasta el punto de que resulte extraño emprender una acción por otro motivo, es necesario decir basta. Para crecer, para desarrollar la propia personalidad, para "hidratar el alma", hacen falta más cosas "porque sí", y menos "porque es lo que tengo que hacer".
Por eso, se acabó el vivir sobre "medios" para construir "fines" abstractos que ni siquiera sé configurar bien en mi mente. Sí, no es posible eliminar del todo esos conceptos de mi vida. Pero, oye, a partir de ahora, volveré a introducir en mi día a día este tipo de cosas "porque sí". Porque quiero. Porque me gusta. Y porque en eso consiste al final la felicidad: en vivir haciendo lo que a uno le sale de dentro.

Aclarado esto, bienvenido, forastero.

¡Saludos desde el bosque!

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